Adaptación al Impacto del Cambio Climático en el Sector Energético

Adaptación al Impacto del Cambio Climático en el Sector Energético

Nota: El sector del turismo de deportes de invierno ha sido identificado como altamente vulnerable al cambio climático global, y se ha estudiado los efectos del calentamiento global en esa industria. Véase, en general, también, la vulnerabilidad del sector del turismo (global y local) al impacto del cambio climático y la vulnerabilidad del Sector del Turismo del Caribe a los Impactos del Cambio Climático. Y véase también acerca del Cambio Climático y el Calentamiento Global en los Medios de Comunicación.

Ademas, puede verse el impacto del Cambio Climático en el Sector o Industria de la Energía. Como conceptos más generales, puede ser de interés la información sobre cambio climático, sobre calentamiento global y sobre la teoría ambiental.

Adaptación al Impacto del Cambio Climático en el Sector o Industria de la Energía

La adaptación al cambio climático y sus impactos está recibiendo una atención creciente como estrategia de respuesta complementaria a la reducción de las emisiones netas de GEI (denominada «mitigación» en la literatura). Mientras que el objetivo principal de las soluciones de adaptación es garantizar la seguridad de las personas y los bienes, en el caso del sistema energético, el objetivo primordial es garantizar el suministro de energía, equilibrando la producción y el consumo en el tiempo y el espacio.

El proceso de adaptación al cambio climático es complejo y consiste en una multitud de ajustes de comportamiento, estructurales y tecnológicos. Se han propuesto varias tipologías de medidas de adaptación. Aquí describimos y diferenciamos las medidas de adaptación basándonos en un conjunto de atributos utilizados en los estudios mencionados anteriormente:

  • Basándose en el momento de la acción, las medidas de adaptación pueden ser proactivas o reactivas. Un enfoque proactivo pretende reducir la exposición a futuros riesgos, por ejemplo mediante nuevas normas de ubicación de las centrales eléctricas costeras para minimizar el riesgo de inundaciones o la instalación de tecnología solar fotovoltaica para reducir los efectos de los picos de demanda. Un enfoque puramente reactivo sólo pretende aliviar los impactos una vez que se han producido, por ejemplo reforzando la infraestructura energética existente con soluciones de control más robustas que puedan responder mejor a la interrupción del servicio relacionada con condiciones meteorológicas extremas.
  • En función de la naturaleza de los agentes implicados en la toma de decisiones, las medidas de adaptación pueden ser privadas o públicas. Algunas medidas de adaptación, como la protección de las zonas costeras frente a la subida del nivel del mar, proporcionan beneficios públicos y, por tanto, son los gobiernos los que proporcionan esta forma de adaptación como un bien público. En muchos otros casos, sin embargo, las medidas de adaptación ofrecen beneficios privados que recaen en individuos o empresas, y las acciones no tienen que ser dirigidas de forma centralizada por una autoridad pública. Nótese que esta distinción también puede denominarse adaptación autónoma o «impulsada por el mercado» frente a la planificada o «impulsada por las políticas».
  • En función del ámbito espacial, las medidas de adaptación pueden ser localizadas o generalizadas. La adaptación es principalmente local, ya que los impactos directos del cambio climático se sienten localmente y las respuestas tienen que abordar las circunstancias locales. Sin embargo, para que estas medidas se apliquen, la mayoría de las veces también deben estar respaldadas por políticas y estrategias nacionales o incluso internacionales. Por lo tanto, puede decirse que una medida de adaptación exitosa tiene que proceder en varios niveles simultáneamente.
  • Según el alcance temporal, las medidas de adaptación pueden ser a corto o a largo plazo. Esta distinción también puede denominarse táctica frente a estratégica, o instantánea frente a acumulativa. En el ámbito de los riesgos naturales se denomina ajuste frente a adaptación. La distinción entre adaptación a corto y largo plazo tiene que ver con el ritmo y la flexibilidad de las medidas de adaptación.
  • En función de su capacidad para hacer frente a las incertidumbres asociadas y/o para atender a otros beneficios sociales, medioambientales o económicos, las medidas pueden ser opciones sin arrepentimiento, opciones con poco arrepentimiento u opciones ganadoras. Las medidas de adaptación sin arrepentimiento son aquellas cuyos beneficios socioeconómicos superan sus costes, sea cual sea el alcance del futuro cambio climático. Las medidas de adaptación «low-regrets» son aquellas cuyos costes asociados son relativamente bajos y cuyos beneficios bajo el cambio climático futuro previsto pueden ser relativamente grandes. Las medidas de adaptación en las que todos salen ganando son aquellas que minimizan el riesgo social y/o aprovechan las oportunidades potenciales, pero que también tienen otros beneficios sociales, medioambientales o económicos. Esta distinción está claramente relacionada con el debate sobre las opciones de adaptación «duras» frente a las «blandas» y la irreversibilidad que implican. Una característica clave de las medidas de adaptación «blandas», que implican políticas e instrumentos diseñados para cambiar el comportamiento, es que implican menos inercia que las medidas de ingeniería «duras». Así, frente a las incertidumbres sobre las proyecciones climáticas, el riesgo de «costes hundidos» es mucho menor para las medidas de adaptación blandas que para las duras.
  • Según la forma, las medidas de adaptación pueden ser infraestructurales, de comportamiento, institucionales, reglamentarias, financieras y de información.

Respecto a este último punto (en relación a la forma), hay que añadir lo siguiente: Para ser eficaces, las medidas de adaptación tienen que funcionar a través de una amplia gama de canales interrelacionados. Los sectores que podrían enfrentarse a riesgos climáticos importantes son los que tienen horizontes de planificación e inversión a largo plazo y dependen de amplias infraestructuras y cadenas de suministro. Esto significa que algunas medidas tendrán como objetivo reducir la vulnerabilidad de las infraestructuras energéticas al cambio medioambiental (medidas infraestructurales). La adaptación se producirá en parte de forma autónoma, con el cambio de los individuos y las sociedades a nuevas tecnologías y nuevas prácticas. Esto implica que otro grupo de opciones de adaptación se dirigirá al comportamiento de los agentes económicos y sociales (medidas de comportamiento). La gestión del riesgo climático requiere una coordinación de alto nivel. Todos los niveles de gobierno deben garantizar que las políticas y los programas tengan en cuenta el cambio climático y las estrategias de adaptación. También es necesario organizar a las partes interesadas en organismos cívicos que puedan contribuir a los procesos de toma de decisiones (medidas institucionales). A medida que los impactos del cambio climático se hacen más directos y los sectores económicos críticos se ven afectados, es más probable que los gobiernos recurran a regulaciones y controles prescriptivos para garantizar que los actores críticos tomen las medidas adecuadas de adaptación (medidas regulatorias). El Informe Stern, publicado en 2007, identificó las limitaciones financieras como uno de los principales obstáculos para la adaptación. Por lo tanto, hay margen para la adopción de medidas de adaptación orientadas a un mejor uso de los recursos e instrumentos financieros disponibles (medidas financieras). Por último, pero no por ello menos importante, es necesario mejorar la base de información y conocimientos para definir medidas de adaptación al cambio climático científicamente sólidas (medidas informativas).

A continuación, utilizaremos esta tipología de opciones de adaptación para revisar las medidas y estrategias de adaptación más importantes que podrían encontrarse en el sector energético. La descripción se estructurará en dos grandes bloques de medidas: las destinadas a crear capacidad de adaptación y las destinadas a realizar acciones de adaptación.

Creación de capacidad de adaptación

La capacidad de un sistema para emprender acciones de adaptación específicas depende en gran medida de su capacidad de adaptación. En términos generales, la capacidad de adaptación refleja condiciones fundamentales como el acceso a la información (investigación, recopilación de datos y seguimiento y concienciación), las estructuras sociales de apoyo (desarrollo organizativo e instituciones) y la gobernanza de apoyo (reglamentos, legislaciones y orientaciones).

Acceso a la información
El sector energético está críticamente expuesto a los fenómenos meteorológicos y climáticos de una u otra manera. Por lo tanto, el potencial para mejorar el rendimiento del sector energético utilizando la mejor información meteorológica y climática es evidente. Para tomar decisiones de adaptación óptimas, los responsables de la toma de decisiones necesitan información detallada sobre los impactos del cambio climático en el espacio y el tiempo. En la actualidad hay varios ámbitos en los que los conocimientos son insuficientes. De ahí que la complejidad de la información climática exija la cooperación para emprender una investigación básica sobre los cambios futuros. El artículo 5 de la Conferencia Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) hace referencia a la necesidad de que la comunidad internacional apoye y siga desarrollando la investigación climática y los sistemas de observación sistemática, teniendo en cuenta las preocupaciones y necesidades de los países en desarrollo. Los datos climáticos fiables y sistemáticos ayudan a los países a determinar su variabilidad climática actual y a modelizar los cambios futuros. El desarrollo de modelos regionales de mayor resolución para los países en desarrollo es importante para mejorar las predicciones, así como para analizar la disparidad entre los resultados de los modelos. Esto ayudaría a mejorar la capacidad para alcanzar una toma de decisiones informada.

Las medidas de adaptación al clima en el sector energético dependen fundamentalmente de las observaciones. Es necesario seguir proporcionando observaciones fiables y oportunas, tal y como requieren los modelos de previsión meteorológica, para complementarlas en el caso de los modelos de alta resolución y verificarlas en el sector energético.

Los expertos también destacan la importancia de garantizar la coherencia de los datos para poder utilizarlos en los modelos de demanda y producción de energía. Los pequeños errores podrían ser amplificados por los modelos de transferencia hasta niveles inaceptables.

También debería facilitarse el acceso fácil y fiable a los datos y previsiones de algunos servicios meteorológicos mediante la tecnología de computación en red. Esto sería especialmente útil para las pequeñas empresas del sector energético y también serviría en las comunidades reguladoras y científicas para llevar a cabo actividades de investigación climática/energética.

La investigación es también una actividad central en el desarrollo de la capacidad de adaptación. El desarrollo de políticas eficaces para hacer frente al cambio climático depende de una comprensión científica muy mejorada de los procesos medioambientales globales y de su interacción con los sistemas socioeconómicos. Esto requiere un esfuerzo interdisciplinario sin precedentes para generar los conocimientos que necesitan los responsables de la toma de decisiones en los gobiernos y los sectores vulnerables, como el energético, para gestionar los riesgos de los impactos del cambio climático. La proliferación de centros y programas de investigación sobre el cambio climático, tanto a escala internacional como nacional (o incluso regional), es una clara respuesta de la comunidad científica al reto de crear nuestra capacidad de respuesta al cambio climático.

Todo lo anterior refuerza la opinión de que la generación de datos y conocimientos es una condición necesaria para actuar con eficacia. Sin embargo, también es importante conseguir persuadir a las empresas, las comunidades y los individuos para que ajusten su comportamiento de manera que promuevan la adaptación y limiten las emisiones (PNUMA, 2006).

Estructuras sociales de apoyo
La incorporación de la adaptación al cambio climático a nivel estratégico requiere que se elaboren políticas claras de adaptación con una amplia consulta y participación del personal y con el apoyo de la alta dirección. La adaptación al cambio climático es cada vez más importante desde el punto de vista de la gobernanza empresarial, la evaluación estratégica de riesgos y la planificación comunitaria. La reglamentación y la presión de los inversores informados y de las agencias de calificación, así como de los consumidores, conducen a una mayor demanda de divulgación de los riesgos medioambientales y climáticos. Iniciativas como el Carbon Disclosure Project 6 animan a la industria a identificar y gestionar mejor los riesgos, incluidos los que plantea el cambio climático, para ayudar al inversor a tomar decisiones.

Las instituciones públicas locales (gobiernos y organismos locales), las instituciones de la sociedad civil (organizaciones de productores, cooperativas, grupos de ahorro y préstamo, etc.) y las instituciones privadas (ONG y empresas privadas que ofrecen seguros o préstamos) tienen una importante importancia operativa en el contexto de la adaptación al cambio climático. Dado que la adaptación es inevitablemente de carácter principalmente local, la participación de las instituciones locales es fundamental para la planificación y ejecución de las políticas y proyectos de adaptación.

Connor et al. (2005) han informado de algunos esfuerzos recientes realizados por países europeos que han legislado y creado consejos de usuarios de energía, que trabajan paralelamente a sus juntas nacionales de energía u organismos reguladores.

Las asociaciones multisectoriales entre agentes gubernamentales, privados y no gubernamentales son también una parte importante de cualquier estrategia de adaptación. La amplia lista de plataformas/redes sobre prácticas de adaptación que mantienen la secretaría de la CMNUCC y las organizaciones asociadas al Programa de Trabajo de Nairobi 7 constituye un ejemplo de los esfuerzos realizados para ofrecer estructuras sociales de apoyo a la adaptación.

Gobernanza de apoyo
Hay muchas maneras de que las sociedades y los sectores económicos se adapten al cambio climático. Sin embargo, esa adaptación tiene que ser apoyada por los gobiernos de diversas maneras. La gobernanza para la adaptación al cambio climático requiere órganos administrativos ejecutivos eficaces y marcos jurídicos y normativos propicios. La incertidumbre y la información imperfecta, la ausencia de mercados y las limitaciones financieras son razones que explican la necesidad del apoyo gubernamental para ayudar a promover una adaptación eficaz.

Los gobiernos tienen un papel importante a la hora de proporcionar un marco político claro que oriente la adaptación efectiva de los agentes sociales y económicos a medio y largo plazo. En particular, los gobiernos son responsables de contribuir al suministro de información climática de alta calidad, de establecer planes de uso del suelo y normas de actuación, de definir políticas a largo plazo para los bienes públicos sensibles al clima, como la protección de las costas o la preparación para emergencias, y de proporcionar una red de seguridad para los que menos pueden permitirse la protección y/o los seguros. En los países en desarrollo, los gobiernos también tienen un importante papel potencial en la creación de capacidad de adaptación mediante buenas prácticas de desarrollo.

La planificación integrada dentro del sector energético y con otros, como el del agua, es muy importante. Los sistemas de energía y agua están estrechamente vinculados. Por un lado, la producción/consumo de un recurso no puede realizarse sin hacer uso del otro. Por otro lado, el cambio climático afecta al suministro de ambos recursos. Por lo tanto, los responsables políticos no pueden ofrecer un buen plan de adaptación sin integrar ambos sectores como partes de una única estrategia.

La gobernanza internacional también desempeña un papel importante en el desarrollo de la capacidad de adaptación. Dado que los países más vulnerables suelen estar entre los más pobres, la ayuda internacional para la adaptación es fundamental. La comunidad internacional ha conseguido crear una serie de flujos de financiación para apoyar la adaptación en los países en desarrollo. Así, tenemos el Fondo para el Medio Ambiente Mundial, que gestiona dos fondos distintos, centrados en la adaptación, en el marco de la CMNUCC: el Fondo para los Países Menos Adelantados (FPMA) y el Fondo Especial para el Cambio Climático (FECC), que movilizan fondos específicamente destinados a actividades relacionadas con la adaptación, y este último también a la transferencia de tecnología. Más recientemente se ha creado el llamado «Fondo de Adaptación», establecido por las Partes del Protocolo de Kioto de la CMNUCC para financiar proyectos y programas concretos de adaptación en los países en desarrollo que son Partes del Protocolo de Kioto. El Fondo se financia con el 2% de las Reducciones Certificadas de Emisiones emitidas para proyectos del Mecanismo de Desarrollo Limpio y otras fuentes de financiación. Según un Informe sobre el Desarrollo Mundial de 2010, los niveles actuales de financiación para los países en desarrollo están muy por debajo de las necesidades estimadas. El total de la financiación climática para los países en desarrollo es de 10.000 millones de dólares al año en la actualidad, en comparación con las necesidades anuales previstas para 2030 de entre 30.000 y 100.000 millones de dólares para la adaptación.

Realización de acciones de adaptación

En la sección anterior hemos descrito el marco en el que se pueden llevar a cabo las acciones de adaptación. A continuación, analizaremos las respuestas efectivas de las partes interesadas a las amenazas y oportunidades de un clima cambiante.

Prevenir los efectos o reducir los riesgos
Como indica el IPCC en su Cuarto Informe de Evaluación, algunos efectos del cambio climático a corto y medio plazo serán casi inevitables. Ya hemos visto en el apartado anterior que el cambio climático puede tener impactos potenciales en la producción de energía, la transmisión y el suministro de energía y las necesidades energéticas. Por lo tanto, algunas acciones de adaptación deberían tratar de paliar o minimizar estos efectos negativos. Ahora vamos a ofrecer varios ejemplos de medidas de adaptación «duras» y «blandas» en el sector energético destinadas a minimizar los impactos negativos debidos a los cambios a largo plazo de las variables meteorológicas y los fenómenos extremos.

En muchos casos, la alta vulnerabilidad de las infraestructuras energéticas al cambio ambiental se debe a que estas infraestructuras tienen una larga vida útil y el riesgo de impactos relacionados con el cambio climático no se tuvo en cuenta en su diseño. Una estrategia de adaptación «dura» consiste en invertir en infraestructuras de protección para proteger físicamente las infraestructuras energéticas de los daños y la pérdida de función que pueden causar los fenómenos extremos del cambio climático. Las medidas consisten en mejorar la robustez de las instalaciones en alta mar que son vulnerables a las tormentas, construir diques y compuertas de desalinización, aumentar la altura de las presas, ampliar las compuertas, mejorar el diseño de las turbinas para que soporten mayores velocidades de viento, instalar ventilación y refrigeración móviles, enterrar o recalificar el cableado de la red eléctrica, etc.

También hay cuatro tipos de estrategias de adaptación «blanda». Una primera opción para adaptar las infraestructuras energéticas al cambio climático es reconsiderar la ubicación de las inversiones. Por ejemplo, Neumann y Price (2009) afirman que una de las principales vulnerabilidades de la infraestructura energética estadounidense es que gran parte de ella se concentra a lo largo de la costa del Golfo, donde los huracanes son bastante frecuentes durante el verano y el otoño. Se señala que si el cambio climático provoca tormentas más frecuentes e intensas en la región del Golfo, esta concentración de infraestructuras energéticas a lo largo de la Costa del Golfo podría ser especialmente costosa, y a los productores de energía les podría interesar trasladar su capacidad productiva a zonas más seguras. Hay que tener en cuenta que, como menciona Paskal (2009), es probable que en las próximas décadas se realicen importantes inversiones en nuevas infraestructuras emergentes como consecuencia del desmantelamiento programado, la revisión de las normas medioambientales, el gasto de estímulo y el nuevo desarrollo. Las decisiones de localización de estas nuevas inversiones deben tener en cuenta el impacto de un entorno cambiante en las infraestructuras.

Una segunda medida «blanda» para minimizar el impacto del cambio climático en los sistemas energéticos consiste en anticipar la llegada de un peligro climático mediante el desarrollo de herramientas de previsión meteorológica dentro de las empresas energéticas o la mejora de la comunicación con los servicios meteorológicos. Estas medidas requerirán acciones complementarias como el apoyo a la recolección de emergencia de biomasa en caso de alerta por anomalías de lluvia o temperatura. Aquí también incluiríamos las medidas destinadas a cubrir los costes de protección de las infraestructuras energéticas en caso de catástrofe. Un ejemplo de este tipo de medidas en el sector energético es el proyecto DW RUPE (Deepwater Gulf of Mexico Induced Damage Characteristics and Repair Options). DW RUPE es un estudio conjunto de la industria, en el que participan el Servicio de Gestión de Minerales de EE.UU. y ocho empresas operadoras para abordar las reparaciones de los oleoductos en aguas profundas. La puesta en marcha de planes de reparación para garantizar el funcionamiento de los sistemas solares distribuidos tras sucesos extremos también constituiría un ejemplo de medidas anticipatorias para minimizar las pérdidas.

Un tercer grupo de medidas «blandas» para minimizar el impacto del cambio climático en los sistemas energéticos comprende todos los cambios en el funcionamiento y el mantenimiento de las infraestructuras existentes. La gestión del drenaje y la escorrentía in situ de los recursos mineros, los cambios en la manipulación del carbón debido al aumento del contenido de humedad y la adaptación del funcionamiento de las plantas a los cambios en los patrones de flujo de los ríos constituyen ejemplos de este grupo de medidas.

Por último, el cuarto grupo de medidas «blandas» comprende los cambios tecnológicos y la mejora del diseño de las infraestructuras. Algunos ejemplos son la mejora del diseño de las turbinas eólicas y de gas para hacer frente a las cambiantes condiciones climáticas o la introducción de nuevos cultivos para biocombustibles con mayor tolerancia a las altas temperaturas y al estrés hídrico.

Cabe señalar aquí que todas estas medidas implican la integración de los riesgos climáticos futuros en todos los procesos de toma de decisiones. Así, la adaptación se integraría en todas las intervenciones políticas pertinentes y en las decisiones de planificación y gestión. Esto significa que los responsables de la toma de decisiones deben tener en cuenta las proyecciones climáticas futuras a la hora de decidir sobre cuestiones como la planificación del uso del suelo costero, la gestión de riesgos o la preparación para emergencias, y que estas políticas y planes deben actualizarse y perfeccionarse periódicamente.

Compartir las responsabilidades por las pérdidas y los riesgos
La prevención de pérdidas y riesgos no es la única forma en que el sector energético puede adaptarse al cambio climático. También puede intentar compartir las responsabilidades por las pérdidas y los riesgos.

Los seguros son una herramienta importante para hacer frente a los riesgos. Sin embargo, los seguros relacionados con las condiciones meteorológicas siempre han supuesto un reto para el sector asegurador. Estas dificultades pueden verse exacerbadas por el aumento del riesgo y la imprevisibilidad de las condiciones meteorológicas extremas asociadas al cambio climático.

Incluso en los países desarrollados, el mercado de los seguros climáticos está limitado por la escasa información y comprensión de los riesgos tanto por parte de las compañías de seguros como de los clientes potenciales. No obstante, incluso en estos países, los seguros deben ser un elemento clave en cualquier estrategia de adaptación al cambio climático.

Habría que evaluar si ciertos actores/sectores privados que prestan servicios públicos, como el sector energético, deben estar cubiertos por un seguro estándar obligatorio relacionado con el clima. En los casos en los que no se disponga de un seguro, por ejemplo, para las infraestructuras situadas en llanuras de inundación, pueden ser necesarios planes de seguro con apoyo público. Debido a los efectos transfronterizos del cambio climático, puede resultar beneficioso promover los seguros internacionales en lugar de los planes nacionales o regionales.

Al considerar los seguros como una estrategia de adaptación para hacer frente al cambio climático, hay que mencionar el Fondo de Gestión de Riesgos Climáticos (WRMF). El WRMF es una iniciativa conjunta del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) para apoyar el desarrollo de instrumentos de gestión de riesgos meteorológicos en los países en desarrollo. El WRMF ha elaborado en 2010 un informe sobre la cuestión de los seguros basados en índices meteorológicos. El seguro basado en índices, como se define en el informe, «es un producto financiero vinculado a un índice altamente correlacionado con los rendimientos locales». A diferencia de los seguros de cosechas tradicionales, los seguros basados en índices cubren el riesgo de condiciones ambientales adversas (por ejemplo, el déficit de lluvias) en contraposición a los rendimientos o la producción subóptimos. Por tanto, no hay amenaza de riesgo moral, ya que los que obtienen malos rendimientos en condiciones favorables no pueden beneficiarse del pago del seguro. Además, como el seguro basado en índices se basa en un indicador verificable, puede ser objeto de reaseguro, lo que reparte aún más el riesgo.

El informe destaca los beneficios potenciales del seguro basado en índices para la gestión de riesgos agrícolas a distintas escalas (por ejemplo, desde agricultores individuales hasta organismos gubernamentales u organizaciones de ayuda), pero también señala algunos de los retos. Entre ellos se encuentra la complejidad de establecer un mercado de seguros basados en índices, que depende del acceso a datos fiables de seguimiento medioambiental y de la capacidad de cultivar y mantener una demanda de mercado constante. No obstante, el informe presenta una serie de estudios de casos en los que se han desarrollado mercados de seguros basados en índices, a menudo con éxito.

La diversificación de la energía puede considerarse una medida de adaptación para aumentar la resistencia del sector energético en respuesta a los impactos previstos del cambio climático. Un enfoque sería ampliar la cartera del sector energético (adopción de nuevas formas de producción de energía como la solar, la eólica y la hidráulica).

Aprovechar las oportunidades
Afortunadamente, como se ilustra en otro lugar (véase), existen algunas oportunidades para disminuir la vulnerabilidad del sector energético ante los fenómenos meteorológicos extremos y la variabilidad del clima. Por ejemplo, el envejecimiento de las infraestructuras existentes puede abrir una nueva oportunidad para construir una estructura energética más descentralizada, preferiblemente basada en fuentes de energía renovables disponibles localmente y situadas en lugares seguros. Esto reduciría la probabilidad de sufrir cortes a gran escala que se producen cuando los sistemas energéticos centralizados se ven comprometidos. Este tipo de sistema regional basado en la red también podría resultar más flexible y adaptable y, por tanto, más capaz de hacer frente a la creciente variabilidad e imprevisibilidad causadas por el cambio medioambiental.

Otra oportunidad surge del diseño urbano y la planificación del uso del suelo. Más de la mitad de la población mundial vive actualmente en ciudades. Según las estimaciones de las Naciones Unidas, se prevé que la población que vive en zonas urbanas pase de 3.490 millones en 2010 a 6.290 en 2050. Esto implica que las ciudades son importantes y crecientes consumidores de energía. Por lo tanto, la política urbana y la planificación del uso del suelo desempeñarán un papel importante en la mejora de la resiliencia del sistema energético. En la mayoría de los casos, esta estrategia se llevará a cabo a través de la gestión de la demanda: diseño de los edificios (aislamiento, orientación), códigos y normas (normas de eficiencia para los aparatos) y cambio de los patrones de consumo (calefacción/refrigeración de distrito, horarios de trabajo flexibles, etc.). Existe una amplia gama de ejemplos de iniciativas urbanas para reducir el consumo de energía y mejorar la capacidad de recuperación (ETAP, 2006).

Pero también hay oportunidades en el lado de la oferta que pueden aprovecharse de la creciente urbanización. El sector de la electricidad (véase más en esta plataforma) reconoce, en un informe publicado en 2009, que se enfrentará a grandes retos a la hora de proporcionar nueva capacidad de generación y fiabilidad de suministro dentro de las zonas urbanas y que en el futuro tendrán que desarrollar un nuevo sistema de oferta y demanda en el que los consumidores puedan ser también proveedores con una variedad de generadores domésticos.

Revisor de hechos: Rousser


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